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viernes, 24 de septiembre de 2010

Supersticiones.



Mi día a día comienza de forma duramente rutinaria: levantándome de la cama. He intentado estar atento a qué pie apoyo primero en el suelo, pero sigo sin saberlo: quizá uno, quizá otro; quizá los dos.

Parece cosa de maniático, pero sólo son costumbres. El color amarillo me gusta en todos los ámbitos, pues es vivo y alegre, además me favorece; cada vez que puedo paso por debajo de una escalera, es irresistible no hacerlo; en gustos Félidos, he de reconocer que siento debilidad los gatos negros, sobre todo ésos siniestros callejeros a los que miro embobado cuando se cruzan por mi camino; los días de lluvia abro el paraguas dentro de mi casa para ver el estado de sus varillas; al cocinar, con las prisas, derramo sal por toda la encimera; si me da por cortarme el pelo, pues la pereza y el formalismo de pedir cita al peluquero me pueden, es todo un clásico dejar las tijeras abiertas encima del lavabo; casi todos los años en mi familia se realiza un festejo que coincide en martes y 13, ya que el cumpleaños de la persona que me trajo al Mundo suele caer en ese día tan tachado para la mayoría.

¿Supersticiones? No noto nada en especial realizando tales cabalas de mala suerte. A lo mejor me estoy perdiendo mucho y deba probar adentrarme el mundo del misticismo y lo fantástico.

Nunca se me ha roto un espejo, me da por pensar que muestro mi mejor cara ante la vida. Así que, de momento, seguiré con la superstición de saltarme las supersticiones.

Como dijo Umberto Eco: "La superstición trae mala suerte."


... B.C.

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